Las Profecías de Bunma: 3ra Profecía.
Mira, samurai, como el fuego avanza. Parece lento si lo ves desde un lejano trono, mas puede crecer y avanzar abarcándolo todo. Puede quemar todo. Puede hacer miserable un imperio que se sustenta en arcos de madera, puertos y pergaminos. Pero puede, tambíen, abrigar a un campesino de la indiferencia de su señor. Limpiar la carne corrupta por los deseos de los poderosos. Iluminar el camino por un sendero oscuro a quienes tengan el valor de aprender a manejarlo.
Mira, samurai, como el agua se transforma en incontenible fuerza. De gotas de lluvia se hacen los pozos que calman la sed del viajero. Los ríos que fluyen con fuerza y decisión rompiendo la tierra bajo ellos son gotas decididas a compartir el mismo destino. El mar, calmo o embravecido, no es diferente al río que corre impetuoso o el lago tranquilo que refleja el cielo.
Mira, samurai, como el viento avanza sin permitir que nada le detenga. Busca incansable hasta encontrar por donde seguir su camino. Pasa entre los enemigos que no son nada para él sin causarles daño. Honorable es como combatiente el viento. Implacable su furia, también. Se adapta a las circunstancias con rapidez y precisión.
Contempla, samurai, la perseverancia de la montaña. Imponente desafía a los otros elementos. El fuego le puede quemar su piel vegetal. El agua puede barrer sus laderas y zurcar profundas cicatrices que nunca desaparecerán, el viento puede traer un frío que rompa la roca. Pero la montaña sigue alzándose al cielo para dar un lugar protegido donde colocar una fortaleza, tapa cursos de ríos para convertirlos en apacibles lagos donde pescar y buscar alimento. Vomita sus entrañas y muestra sus cavidades para mostrar sus riquezas.
La muralla del carpintero ha caído, cierto? Y los sirvientes miran con desesperación el destino de la tierra que pisan dormitar en sus brazos. Pues te digo, samurai. Fueron las dudas las que le quitaron el nombre a ese niño, cuando no pudo ver los elementos. Has tomado la decisión de imponer a tus ancestros por sobre tu emperador. ¿No? Pero recuerda que ese emperador es la casta de un perro sin honor, que fue muy glorioso es cierto, pero que destruyó el orden celestial creyendo que el tiempo había cambiado.
Incluso Padre Luna dejó el cielo.
Pero recuerda la primera enseñanza: El círculo. El círculo como ausencia de aristas. Como vacío de ellas. Vacío como no dominancia de ninguno de los elementos. Vacío como equilibrio completo.
Mira, samurai, como el agua se transforma en incontenible fuerza. De gotas de lluvia se hacen los pozos que calman la sed del viajero. Los ríos que fluyen con fuerza y decisión rompiendo la tierra bajo ellos son gotas decididas a compartir el mismo destino. El mar, calmo o embravecido, no es diferente al río que corre impetuoso o el lago tranquilo que refleja el cielo.
Mira, samurai, como el viento avanza sin permitir que nada le detenga. Busca incansable hasta encontrar por donde seguir su camino. Pasa entre los enemigos que no son nada para él sin causarles daño. Honorable es como combatiente el viento. Implacable su furia, también. Se adapta a las circunstancias con rapidez y precisión.
Contempla, samurai, la perseverancia de la montaña. Imponente desafía a los otros elementos. El fuego le puede quemar su piel vegetal. El agua puede barrer sus laderas y zurcar profundas cicatrices que nunca desaparecerán, el viento puede traer un frío que rompa la roca. Pero la montaña sigue alzándose al cielo para dar un lugar protegido donde colocar una fortaleza, tapa cursos de ríos para convertirlos en apacibles lagos donde pescar y buscar alimento. Vomita sus entrañas y muestra sus cavidades para mostrar sus riquezas.
La muralla del carpintero ha caído, cierto? Y los sirvientes miran con desesperación el destino de la tierra que pisan dormitar en sus brazos. Pues te digo, samurai. Fueron las dudas las que le quitaron el nombre a ese niño, cuando no pudo ver los elementos. Has tomado la decisión de imponer a tus ancestros por sobre tu emperador. ¿No? Pero recuerda que ese emperador es la casta de un perro sin honor, que fue muy glorioso es cierto, pero que destruyó el orden celestial creyendo que el tiempo había cambiado.
Incluso Padre Luna dejó el cielo.
Pero recuerda la primera enseñanza: El círculo. El círculo como ausencia de aristas. Como vacío de ellas. Vacío como no dominancia de ninguno de los elementos. Vacío como equilibrio completo.
-Togashi Bunma-